sábado, 1 de diciembre de 2012


ANALOGIA PICO DE UNA MONTAÑA Y NUESTRO INTERIOR

El pico de una montaña parece ser el fin último de la conquista humana, pero sin embargo podemos compararlo con el Ego, porque allí arriba no hay planta ni animal que pueda vivir, las lluvias que bajan del Cielo con el propósito de traer la vida no pueden permanecer más que pocos instantes y todo queda desierto y vacío(como queda nuestra esencia cuando el Ego la domina).
La base de esa montaña es más amplia, está más afirmada sobre la superficie y en ella van quedando todas las cosas que bajan por la ladera.
El agua allí se une, permanece, va formado pequeños arroyuelos que hacen nacer discretas lagunas.
En esa región de la base de una montaña(como puede ser también de nuestra vida) el agua (así como en la vida logra hacer la humildad) cumple su función vivificadora, trae y crea la vida, se forman las cosas que nacen para permanecer: como son los árboles, las flores y los animales.
No ha sido necesario para llegar a eso cumplir míticos sacrificios para llegar a una cima, no ha sido necesario gastar energía vital para  creer que hemos logrado un gran triunfo.
Solo fue indispensable un poco de humildad para saber que la belleza y la creación están disponibles para los mansos que están en el regazo de Dios    

NUESTRO ALEJAMIENTO DE DIOS PORQUE EN REALIDAD NO LO BUSCAMOS
Mi hermano me llevo a ver un sector del campo donde hacia cuatro días se había sembrado maíz.
Caminamos conversando de temas espirituales recorriendo los surcos que había dejado la sembradora hasta que me preguntó:
“Bueno, Lucio. ¿Qué has visto?
A lo que respondí.
¡Absolutamente nada! ¿Por qué?…¿Que hay que ver?
Bueno -me contestó –Se supone que estamos conversando de cosas sagradas en un día sagrado (como deben ser todos los días)y en un "elemental" como es la tierra en este momento ha sido  abonada por la semilla de maíz que es una semilla de vida.
Acerca la cabeza al suelo, afina la vista y verás unos milimétricos cabitos verdes de solo un milímetro que es la vida que rompe la tierra para absorber el Sol que le envía Dios.
Y efectivamente estaban casi invisibles uno o dos cabitos verdes que apenas podían distinguirse de otros verdes de yuyos y pastos.
Sigue mirando, busca y rebusca y dime que ves!- insistió.
Luego de un tiempo de esfuerzos le respondí:
¡Sigo sin ver nada! Ocasionalmente veo alguno de esos puntitos pero nada mas. Es un tema aburrido y cansador.
Bueno Lucio, pero no ves porque no buscas con intensidad, no sea que hagas lo mismo con Nuestro Señor y por eso te cuesta tanto llegar a Él y a sentirlo como una parte más de tu Ser.
Mira - me agregó- debes buscar estas plantitas no con la vista o la mente sino con el corazón y solo usa tu mente para comprender que cada plantita que va naciendo está un poco a la izquierda de cada surco y que además, que hay unas tres plantitas por metro, más o menos. Hazte una idea que estas buscando no las plantitas sino a Dios y con esa forma de buscar, quizás podrás ver un poco más.
Efectivamente, luego de un tiempo  de relajación y atención,  haciendo la analogía con la búsqueda de Dios, comencé a descubrir unas por aquí, otras por allá, hasta que las pude ver por retazos siempre alineadas a la izquierda de los surcos, pugnando por la búsqueda del Sol, de la vida.
Finalmente la vista pudo ver un cuadro completo, tan lejos como llegaba la vista, con cada uno de esos puntos verdes que  ordenadamente estaban cumpliendo un mandato divino.
Si, efectivamente, creo que así había buscado a Dios hasta ahora, sin poner el corazón, sin amalgamarlo con la razón, sin acentuar la atención y sin mirar profundamente................. porque quizás no quería mirar
Esto que tuve la suerte de hacer con el maíz debo hacer (debemos hacer) con  todo lo que nos rodea porque Él es parte de cada una de las cosas que nos rodean y a través de la atención puede lograr que transformemos el conocimiento en sabiduría y que logremos que la mente y el corazón, funcionen armónicamente con nuestro cuerpo, como dice debe ser en el Cuarto Camino.